Un espacio de transformación y autoconocimiento

Hace poco leí esta definición en algún post -ahora no recuerdo el nombre de la cuenta- que me conecto con muchas cosas sobre mi vida y forma de ser.

Fue inevitable no plantearme las siguientes preguntas:

¿Cuándo me comentan algún problema ya estoy pensando en cómo resolverlo sin que me pidan ayuda?

¿Hago más cosas por los otros que por mí misma?

¿Cuánto postergo mis necesidades por estar al servicio de los otros?

Todo y todos tienen que estar “bien” para que yo este bien.

Al pensarme como ambulancia se me vino la imagen de qué siempre estoy allí al rescate y lo peor del caso es que muchas veces estoy al rescate sin que me lo pidan.

El problema con tener este complejo de ser ambulancia es que me agoto física, emocional y mentalmente.

Y también es que al ser ambulancia limito la capacidad del otro a que pueda tomar sus propias decisiones y resolver los problemas de su vida.

Con mi ayuda “incondicional, puedo llegar a anular completamente el margen de acción que puede realizar esa persona sobre sus dificultades y hago que se acostumbre a que cuando llegue un problema, siempre habrá otro que venga al rescate.

El mensaje que me queda es que puedo ser solidaria, puedo acompañar en los problemas del otro, pero también debo establecer límites conmigo misma y decir ¿hasta que punto esa ayuda que le estoy brindando a esa persona es beneficiosa para ella o la estoy limitando?